jueves, 15 de enero de 2015

El maestro de escuela

Versión libre de un cuadro de Magritte: 


                              "El maestro de escuela", 1954




Es de noche. Y aquél hombre me da su espalda. Está tranquilo, o eso parece. Parece que mira la luna. En decreciente.
Realmente, es mi otro yo. Mi animus (en términos junguianos). Mi lado masculino. O sea, mi lado oscuro, la parte de mí que desconozco. Una parte masculina, puesto que mi lado consciente, es una mujer. Yo soy mujer. Y cierto, mi lado masculino, está inmerso, subyugado por la atracción del principio femenino, la luna. El lado instintivo y femenino de mi lado masculino, escondido en mi sombra. Escindido de mí.
O lo que es lo mismo, el gran Yin en el que está inscrito el pequeño yang, y el gran Yang, en el que está inscrito el pequeño yin.
                                                              



En la escuela de mi vida, las dos polaridades estoy armonizando.
Caí en la cuenta, que deseaba fervientemente un "maestro", un "economicista", un "alguién masculino, que me sustentara mi vida, mientras yo podía volar a no sé que regiones de mi existencia.
Pero ese "masculino" no lo conocía, ese maestro de escuela no me miraba, no podía por tanto, conocerlo. Lo idealizaba, como se idealiza a la luna. Cuánto más brilla más lejos está y cuánto más lejos más difícil es alcanzarla y más la idealizas.

Mi masculinidad en la que respira ternura amable, fue por fin hallada y reencontrada.  Aprendí a mover mis ojos, 360 grados como los del camaleón.






Por eso "caí en la cuenta", que mi animus, mi hombre interno, estaba vuelto de mí. No me miraba, no me veía. El también me anhelaba. Yo tampoco lo/me veía. Ambos nos anhelábamos.

Hace ya largo tiempo emprendí la "búsqueda". Él también la emprendió. Cada uno partía de un punto. Al reencontrarnos, saboreamos la miel aprendida, gustada y comida a sorbos, a paletadas, a cucharadas, a lametazos. Sentí en mí páginas y páginas de vivires, de dolores, de esperanzas, aprendizajes de mi vida. El es en mí, el maestro de escuela. Yo soy en él, la luna en el cielo. Ambos sol y luna.


--------------------------



El camaleón, tiene un globo ocular magnífico.

Muchos quisieran tenerlo!

Una órbita de 360 grados.

Es dios en pequeñito.
Todo lo ve
todo lo abarca.
El día y la noche,
lo claro y lo oscuro.





El ser humano puede también

orbitar su ojo 360 grados.

La prueba: -El maestro de escuela-, de Magritte.

Nos enseña.
Por eso es maestro.
Que tenemos un lado propio, interno 
al que hemos de encontrarNos/Se
un lado masculino o femenino,
vuelto del revés.
En nuestra psique escondida,
en nuestro subsconciente.

No vive a la luz del día,
sino a la luz, decreciente o creciente
de la noche, a la luz de la luna.

En la oscuridad reside aquél,
aquella que deseamos.
para poder sentirnos fiel a nosotros mismos,
para poder sentirnos completa, en paz con un@ misma.
Para poder ENTENDER nuestro devenir,
COMPRENDER el planeta donde vivimos,
Gaia
Para aprender a relacionarnos con todos los 
seres sintientes -animales y humanos- 
desde la paz, desde la curiosidad generosa,
desde el juego y el amor.

Para conversar con 
nuestra historia, pasada, presente y futura,
con nuestro recorrido vital en este tránsito actual, y en el Cosmos.

Por eso
necesitamos recorrernos 360 grados a diario,
como el globo ocular de nuestro amigo el camaleón.


Así nos lo indica,
el amigo Magritte en:
"El maestro de escuela".










No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hasta ver lo escrito

DAR y RECIBIR

Dar y recibir, no tengo equilibrado el tema. Doy.. pero me cuesta recibir, ¿Doy? ¿Recibo? Abrir más el corazón, To...