Pequeñas palabras a Umberto Eco
"Te conocí en un paisaje de invierno. Ibamos los 2 a lomos de caballos, por aquel paraje nevado y solitario. Allí delante teníamos nuestro destino, eramos fieles a nuestro hado, sin saber qué signos o señales nos estaban esperando, de nuestra Rueda de la Fortuna.
Ah! La Fortuna!!, la madre de les gracias o desgracias, más
bien! Porque ahora
que sé lo que nos pasó…
Cuando
estuvimos dentro, me quedé petrificada!
Todo era
inmenso, negro y gris.
Me persigné, alabado sea
Dios entre nosotros y el Diablo en el infierno.
Aquí íbamos a
pasar unos días, "tranquilos", dijo mi maestro.
Pero os puedo
asegurar, que de tranquilos no fueron nada, la calma había huído de nosotros.
Primero fue un muerto, después dos, tres y… perdí la cuenta!. Tocaban las trompetas, el juicio final había
venido, el diablo está entre nosotros. El castigo de Dios por nuestra lujuría,
por querer saber más de lo que necesitamos, por no tener Fe, por utilizar sólo
la razón!
Por no querer
acatar la bienaventuranzas de Dios!"
Estas
pequeñas palabras son una pequeña descripción personal y muy libre del magnífico libro que me cayó
en las manos, hace ya tiempo de un autor especialista en la Edad Media y en la
semiótica. Y mi pequeño homenaje a su novela.
Agradezco a Umberto Eco, que me hiciera pasar
un tiempo maravilloso con su novela: “El nombre de la Rosa”.
Novela de detectives, ambientada en la edad media, dentro de un
monasterio benedictino, con personajes históricos como Guillermo de Ockham, -el
franciscano- de la novela, o personajes emblemáticos como Salvatore,
la inquisición persiguiendo al diablo, donde menos estaba, los libros de
Aristóteles o las maravillosas ilustraciones del Beato de Liebana y con monjes
que querían saber más de lo que tenían que saber y por ello lo pagaron muy
caro.
Laberinto de la Biblioteca
El Beato de Liebana
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